He acumulado palabra sobre palabra,
algunas pesan menos que otras,
algunas ni tienen
peso, pero pesa haberlas habitado,
desvirtuado,
hecho cenizas en monocordes
versículos.
Quién se arremanga la camisa, vuela
las líneas de atrás
con dinamita marca Acme.
Dígase entonces que cerrar los ojos,
mirar el rojo encendido por el sol,
ingerir sustancias contaminosas,
embestir en un radio
de veinte metros los dientes
imbéciles en cuerpos
huecos de cabeza. Y hay
que mentir, mentirse,
esperar que los años unan o desunan,
hacer filmes
de cómo ha crecido la ideología, la
logia
de los corazones abigarrados. Desisto,
me vuelvo contra mí,
Salicio, y no recuperas el bastón de
mando
ni lo descongelas.
Estos oídos no soportan más
agudezas,
deteriorada la garganta, lacrimógeno
el cerebro
dividido siempre en tres, y esos
tres en otros consecutivos dos:
engañarse es una opción, en realidad
se divide
en miles de conductos que
transportan materia prima
a la lengua en sus tratos con el
paladar
y los dientes, apretados. Hace calor,
nos gobierna
el clima y un presidente sin manos
ni cerebelo
para esquilmar, no podemos movernos
de donde
los granaderos nos han cercado,
el hábito de trozar los sueños
antes de que cobren nitidez.
Contengo donde solía latir
un órgano gótico mal afinado,
se deshace tal hule espuma. Tú no
comprendes
esta edad de trituraciones, Salicio,
ponte a navegar
la red, a echar la red si lo deseas,
es una sugerencia
ahora que la realidad puede caernos
encima
en el momento esperado.