–también llamado holoturia u holoturoideo, del griego ολοθυριων–
dispersas en el fondo marino de todos los océanos.
Su semejanza con la hortaliza le da este rimbombante
nombre, aunque no sería raro confundirlo con una babosa.
Puede caber en la palma de la mano, o medir
hasta 20 o 25 centímetros de longitud.
De textura gelatinosa, se le encuentra en color
marrón, verde oliva o negro, según le convenga
adaptarse al ambiente para sobrevivir.
Cambia de forma en respuesta a la presión
del agua y sobresale por su gran capacidad
de contraer o expandir su cuerpo a voluntad
ante la amenaza de habituales depredadores.
El pez perla (Carapus bermudensis) gusta de hallar
refugio en su ano, donde se introduce como un supositorio
para protegerse de la intemperie marina.
Llega a tanto la simbiosis, que el pez perla
ocasionalmente se reproduce en el recto
del pepino de mar, se alimenta
de sus tejidos respiratorios
y hasta forma un nido a donde regresar
cuando la fortuna del lecho marino
no le hace buen placer.
Se entiende que la amistad
es vista de distinta manera
por una y otra especie a cuya relación
le llaman algunos biólogos comensalismo,
es decir, la de aquellos que comparten su comida
en la misma mesa.