viernes, junio 21

Encuentros

1
El solitario pinta su raya, es un anacoreta dedicado a la religión de la soledad, un atento celador de su pequeño espacio. Impide cualquier cercanía que invada su intimidad, aquello que a sí mismo se comparte y consigo mismo goza sin necesidad de nadie más. Aprende de sí cuanto le es necesario para convivir (consigo mismo). Visto desde una cierta distancia, hay un sabor entre dulce y amargo en su soledad, dulce en el orgullo de ser su propio juez, su testigo, el victimario y la propia víctima de sus actos; amargo en el sentido de que se pierde muchos, de muchísimos encuentros con personas para las cuales él mismo sería motivo de encuentro.
Por otro lado, el solo es un tipo de solitario que desea la compañía. Al margen de los otros, desea humedecerse con su presencia. Él mismo se sabe tan otro cualquiera como los que pasan sin verle o prestarle atención. Está fuera de sí porque de pronto se ignora centro entre otros centros tan importantes como él y al mismo tiempo tan diversos ante él y entre sí. Quizá piense que aquellos demás que frente a él pasan posean un sentido que le está oculto, es un misterio. Y olvida el sentido de su propio misterio.
Y es que quizá todo solitario sea también un solo, quizá todo solitario en el fondo desee más compañía que la de sus pensamientos.

2
La soledad nos provee lo necesario para callar todo el ruido cotidiano y oír, desde nuestro ser más íntimo, quiénes somos y por qué estamos donde estamos, por qué hacemos lo que hacemos, nos acompañamos de quienes nos acompañamos. La soledad es tan importante como la compañía, pues nos otorga primariamente nuestra propia presencia, sin la cual de ningún modo podríamos acompañarnos de los otros, esos otros que no nos acompañarían de no ser ellos mismos como son, de no estar vinculados con lo que son. La soledad da congruencia. Destruye la imagen que de nosotros habíamos formado y las imágenes que a los otros no nos permitían ver. Sólo en la soledad vemos nuestro ser al microscopio. Sólo la soledad nos enseña a acompañarnos. Sólo la compañía hace de la soledad un nunca estar solos.