He decidido que estás allí como un perro furioso
y babeante, nada de Horlas: puedo olerte
a kilómetros de distancia, un hedor a rata muerta,
a pájaros sorprendidos, a sopa echada a perder
en el patio trasero de los banquetes.
No me resisto, bastante he hecho con aceptar
que más difícil ha sido la espera,
las cuerdas tensas del habla.
Me repliego entre sábanas, no te mueves
ni me dejas salir ni mirarme.