Un cuarto con películas y libros tirados,
ropa, toallas, la televisión encendida
sin nadie que la vea o le preste mayor atención,
tan solo ahí para regalar su ruido, otro distinto
al que vibra en los tímpanos, el patio
detrás de la cortina también ignorado
y con tanto por ofrecer, con plumas
de tórtola y sangre al pie de las macetas.
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