miércoles, septiembre 23

Malas ideas


Qué es lo que sé, si saber no es precisamente saborear. aunque estas palabrerías sean inmigrantes del mismo destino, pero por qué ellas vienen a mi mente por tan poco, no es relevante. Me dejo ir entre líneas: ¿es decir que me descubro como un mensaje secreto, una clave subordinada a la primera impresión en el papel? Esto no impresiona. Mi cerebro está cansado como un alacrán que ha picado demasiado, hasta a sí mismo, y necesita un relevo. Lástima que las neuronas solo disminuyan como una especie en extinción. En otros tiempos había más claridad, no hace mucho, cuando dependía de palabras clave para diagramar el ser, el poder, la desaparición. Es momento de embalsamar algunos dolores de garganta, despedir la realidad y dejarla a la deriva. Los hilos de mi camisa oscilan al viento como malas ideas.

N 23 09 15

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domingo, septiembre 20

Instrucciones para pasar el tiempo

Despierta a la noche que precede, a la antesala,
al ya merito, al pulso tierno de los primeros
alumbramientos, las ideas recién nacidas,
los altibajos de la sangre domesticados,
el ritmo previo a la historia contada en 24 hrs.
Despabílate, encuentra esa ponzoña
alrededor de tus latidos, deshazla
con felicidades reconocibles. Abandona
el sabor agrio de la lengua, la garganta reseca
y el rumor en tus tímpanos como termitas
buscando la salida.

sábado, septiembre 12

Clínica 86


La negra bolsa pegada a la piel del hueso
recorre el pasillo en las chirriantes ruedas
de una camilla. Al verla alejarse, mi abuelo
saca de su cartera una foto de mi primo el marine
cuando solía sonreír y solo armaba bombas
antes de ir a la guerra, y mucho, mucho antes
de que el cáncer lo acribillara,
en una de esas bromas que el universo haría
si tuviera vela en el entierro.
La vuelve a guardar sin arrugarla,
con un gesto que ahonda el orgullo:
quizá en mi primo, el sobreviviente,
cristalizó sus años en la pisca de Estados Unidos y su lucha en México
por una parcela
que después malbarató.

La tatarabuela

Petra Nuño mira sin mirar:
su duro rostro pétreo,
como perdido en un punto ciego,
asoma de un retrato ovalado
reliquia de otro tiempo.
Sus rasgos están demarcados
como si fueran surcos.
Dicen, y lo que dicen
algo de verdad encierra,
que su alma se aparece
en Santa Rosa:
allí perdió sus tierras
a causa del hermano
que le mató al marido.
Cuentan los que la han visto
que señala el descampado,
pero nadie
se ha atrevido a seguirla.

Tío Neo


Le encantaba desarmar
aparatos electrónicos
para conocerlos por dentro,
era un relojero a la inversa
descifrando la mecánica
de objetos que muy rara vez
volverían a funcionar.
Él mismo fue desarmado alguna vez
al caer de una escalera,
romperse las costillas
y permanecer allí tirado varios días,
al pie de un naranjo agrio.
Nunca nada sería ya igual:
como la antena
de su vieja televisión
que no lograba transmitir
nítidas las señales.

viernes, septiembre 11

Tío Norbe



El tío Norbe guiaba las procesiones,
las posadas, daba auténtica vida
a los nacimientos,
adornaba el pequeño templo de Santa Rosa
como si fuera el único de su especie,
rezaba interminables rosarios,
escribía el árbol genealógico
que habrían de quemar sus hermanas
junto a todo lo que él fue
en un montículo de muebles y papeles
que humeó frente a su casa
cuando murió,
pero su verdadera virtud
a él que tanto eso le importaba
era el sentido del humor,
algo difícil de hallar
en un niño al que su padre obligara
a orar por horas hincado,
sosteniendo un par de ladrillos
en cada mano.
Cómo extraño esta generación que pensé
estaría por siempre.