Es tu manera de agenciarte la luz de
un día dejado de lado
en un remoto final
de lo que nunca comenzó,
y es improbable que desistas una vez
más
a este escamoteo a los lóbulos de tu
teología privada:
órgano panfletario, apéndice.
Encógete de hombros,
poco importa a la perorata de insectos
que se lavan las manos
sobre tus neuronas
y dejan sus huevos ideológicos entre
uno que otro recuerdo
antes del desayuno. No lo tomes así,
estaba escrito
en algún lugar que he olvidado:
y si no, ahora lo está, profecía en
reversa.
Cómo has crecido, Vitrubio, en estos
tiempos menguantes.