Si acierto siquiera a recordar un nombre
en mi lengua de seda raída, tanto trabajo
para el fondo
de una cuenta apagada,
resistente a los maltratos.
Y mira que descalzo bien apuntas
a los tobillos, arrancas cabelleras
y tu mano luce un tanto más
carmesí, entre símbolos volver
a empezar en eterno fulgor.
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