Mi primo se batió en Irak dos veces.
En la primera –cuenta el marine cuando bebe–
corría en tierra y miraba de reojo
cómo caía a su alrededor
la lluvia lenta de sus compañeros.
La segunda, un día en particular accionó los
misiles
desde un portaviones: devastó un pueblo por
completo.
Hoy recibe honores al igual que otros veteranos
del Apocalipsis,
héroes de la democracia y el buen juicio.
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