martes, abril 2

El amigo de mi padre

Lo habían secuestrado hacía más de cuatro meses.
Nada sabíamos de él, hasta que hallaron sus huesos
en lo profundo de una zanja –los reconocieron por el ADN.
Podría decir que entonces su esposa respiró aliviada:
los hijos regresaron a la ciudad, ya no hubo que vender la casa,
el sol volvió a esplender en el oriente
de la misma manera que inaugura cada día: modificando
el color de los objetos que pensamos nos pertenecen.


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