martes, abril 30

Perra miseria

Esta duda corroe la poca fe, la desnuda 
y la pone en medio de la calle, con frío,
husmeando lo ido aunque nadie se dé cuenta.

domingo, abril 28

Fresco

Viento de lluvia entra por la ventana entreabierta a revolucionar la estancia de retornos no deseados: como cuando el polvo irremediable se acumula, el cochambre pegajoso de las ollas.

N 28 04 13

*

Tus largos cabellos negros

Migajas de anteayer,
rondan el lavabo, el bidé,
las sábanas, las cortinas,
la duela de madera, el pretil
de la cocina, el agua del florero,
las sillas blancas, los libros
embalsamados en plástico,
donde especialmente
resplandecen.

Es tarde

Todo un encanto estar en Kyoto, dorar la píldora, relamerse la tarde de los dedos, postrarse en un jardín a recibir el polen del sol.

N 28 04 13

*

sábado, abril 27

A Vitrubio diez años le parecieran tan poco



Lo escrito hoy, anteayer, con ínfulas
de retrógrada retórica
no son más que simulacros
raspados por el viento de días seriados
como asesinos
en lo que va de diez años a la fecha,
el regusto de la derrota calzado una vez y otra
con afán de Ovidio, de
terreno baldío,
de Sísifo entronizado en la cima
para luego cargar combustible con plomo,
desplomarse.
Bien que en la escollera tus palabras tiritan,
Macedonia, Estambul, Fuenteovejuna
tildada de cero con arrojos bolcheviques,
a la izquierda
de los buenos vecinos.


Bajo otra lógica



Regresa a lo de ayer, la antesala del simulacro y del cansancio
de flor en la piel. Afuera el barullo del futbol,
los libros expuestos
como en carnicería.
Ayudemos a resolver un doble desenlace:
estamos atados a la ofrenda de un día feriado
inmarcesible
por un rato.
Leviatán piensa cuántas lámparas de aceite
podría llenar por cuántos meses
sin que merme la calidad de la luz, hace
fórmulas para el control de daños.

viernes, abril 26

Generación espontánea



No importa, Sísifo, si las gladiolas o esas flores
apostadas en tu centro de mesa como culebras disecadas
se dan de topes,
has estado aquí antes, en esta débil telaraña,
esta carnicería que nada tiene que ver con el turquesa
con el que lavas los platos,
tu lengua azorada como un libro de rancio sabor
leído en un día clorado. No eres tú
el que se columpia en una sombra,
tampoco el que filma un trapo en una esquina de la habitación
-acaso surjan billetes paquistaníes por generación espontánea,
tus membranas auditivas han perdido cierta capacidad de respuesta
ante emergencias volátiles.