Bestia, zángano, cara de perro, bastardo,
has metido tu nariz bajo la falda
y el sable humedecido
en las lágrimas
de un bosque poco prudente.
Cierras los ojos a la herida, mascota
de colegiala.
Si te registraran los bolsillos
hallarían las almas dormidas de la joya
en el hechizo
antes de que tuvieras que reunir
sus pedazos rotos.
Innoble o perecedero. Tu cigarro
sigue encendido mientras ella
sigue encendido mientras ella salta
de un húmedo silencio de pozo oculto
–devorahuesos–
a un tiempo
más cercano que el suyo propio.
Un día te arrojarás por seguirla
antes de que te paralice
una palabra más pesada que la nostalgia.
El tiempo no siempre une. No es el caso.