lunes, diciembre 21

Collage desde las 5

Tarde de ánimes. Una película con Megan Fox, palomitas, pan con leche. En los bolsillos de su abrigo de lana negra, unas galletas dietéticas ya blandas, un encendedor casi nuevo y pañuelos con los que se limpió la nariz. En los rincones de la sala, morusas de pan, tortillas quemadas, fotos de un extraño. Dibujos de pintores que publicaron en la revista de los amigos. Un cuento de Arthur Machen para antes de intentar dormir. Los grillos raspan el aire.

N 21 12 09

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jueves, julio 30

Metrópolis gana una beca nacional




La hoja de poesía Metrópolis se hizo acreedora a la beca nacional “Edmundo Valadés” para revistas independientes otorgada por el Fonca Conaculta en su emisión 2009-2010, cuyo monto asciende a los 100 mil pesos.

Actualmente Metrópolis es subsidiada por la Universidad de Guadalajara y el Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.
De periodicidad mensual, Metrópolis consta de un tiraje de 2 mil ejemplares distribuidos gratuitamente en centros universitarios y culturales tanto de Guadalajara como de Querétaro.
En sus páginas ha publicado poesía contemporánea latinoamericana, estadounidense y europea, principalmente. Ha incluido traducciones del rumano, polaco, alemán, italiano, portugués, francés e inglés.
Su propósito es conectar a los lectores de Guadalajara y Querétaro con la poesía contemporánea de su ciudad, de México y cualquier lugar del mundo.
Al mismo tiempo, Metrópolis conjuga con la poesía una propuesta visual distintiva, ya que en cada número colaboran como invitados tanto un diseñador como un artista plástico diferentes.
Metrópolis se publicó por primera vez en abril de 2008. Carlos Vicente Castro es su editor y el consejo editorial está conformado por Timo Berger, Ángel Ortuño, Eduardo Padilla, Sergio Ernesto Ríos y Alejandro Tarrab.
El encargado de la plástica es Carlos Maldonado, mientras que Liliana Castro, Uriel Martínez y Hugo Rocha están al frente del consejo de diseño.

Su página web es: www.revista-metropolis.com

Una liga: http://www.informador.com.mx/cultura/2009/125198/6/la-revista-metropolis-gana-la-beca-nacional-edmundo-valades.htm

viernes, julio 24

Nota en La Jornada sobre "Luces intermitentes"

http://www.lajornadajalisco.com.mx/2009/06/25/index.php?section=cultura&article=010n1cul

Dos poemas míos traducidos al alemán: Latinlog.de


Mein Königreich ist von den Geiern gefressen worden
an einem sonnigen, von Zahlen vergifteten Tag. Ich
floh im Unterhemd durch Wüsten, die mir unendlich
schienen, heimgesucht
von Beduinen voller Groll, die mich aufnehmen
und mir ein armseliges Dromedar geben würden, um mich ihnen anzuschließen
am Ende ihrer Karawane.
Zusammen haben wir schon bessere Reiche überfallen
als meins es war
doch, der Ehre halber, verblieben wir bei keinem.

–––

Die Sanduhr, die er als Geschenk bekommen hatte
von dem phlegmatischen und furchtlosen Kapitän, überwachte das Abflauen
der grauen Windbö, in die sich
das immer abstrakter werdende Ufer
seiner Insel gerade verwandelte. Er hatte Freitag dabei und verabschiedete sich
von einer tiefen Einsamkeit, bis dahin unerschütterlich, ein unbekanntes
Meisterwerk, das in seiner Erinnerung in Brand gesetzt werden
müsste, jener Frenhofer* in seinen letzten Tagen, der Maler
auf dem obersten Gipfel der Kunst, wenn es sein Wunsch war
wie ein Späher zu lauern, hoch oben auf einem Mast hinter ihm,
auf ein Etwas, kaum weniger als wahr
für den Rest seines Lebens
bereits ohne das, was er selbst sein sollte, und das verloren ging
in der Grenzenlosigkeit einer Nacht ohne Sterne und Worte
oder Dämonen.
(übertragen von Sarah Otter und Timo Berger)



Mi reino fue comido por los buitres
un día de sol envenenado de números. Yo
huí en camisa por desiertos que parecían
infinitos, infestados
de beduinos rencorosos que me
aceptarían dándome un penoso dromedario para seguirlos
al final de su caravana.
Hemos asaltado juntos reinos mejores
de lo que fue el mío
y, por honor, no nos hemos quedado con ninguno.


–––


El reloj de arena que había recibido como regalo
del flemático e impertérrito capitán, monitoreaba en la disminución
la racha gris en que se iba convirtiendo
la orilla cada vez más abstracta
de su isla. Llevaba a Viernes consigo y se despedía
de una soledad profunda, hasta entonces inquebrantable, una obra
maestra desconocida, a la que habría que prender fuego
en su memoria, tal Frenhofer en el último instante, el pintor
del mayor límite en el arte, si su deseo era
atisbar como el gaviero encumbrado en un mástil a sus espaldas,
un algo poco menos que verdadero
en el resto de su vida
ya sin eso que debía ser él mismo y que se perdía
en la inmensidad de una noche sin estrellas ni palabras
o demonios.

* Frenhofer ist die Hauptfigur in Honoré de Balzacs Erzählung »Das unbekannte Meisterwerk«. Dem Maler Frenhofer gelingt es, ein vollkommene Bild einer Frau anzufertigen – das er jedoch niemand zeigen will.


Carlos Vicente Castro wurde 1975 in Guadalajara, Mexiko, geboren. Er ist Autor der Gedichtbände »Raíces temporales« (Paraíso Perdido, 2000) und »Carcoma« (Paraíso Perdido-Écrit des Forges, 2006). Seine Gedichte erschienen außerdem in den Anthologien »Anuario de poesía mexicana« 2004 (FCE, 2005) und »Un orbe más ancho. 40 poetas jóvenes (1971-1983)« (UNAM, 2005). Außerdem wurde seine Arbeit mit dem Stipendium des Fondo Nacional para la Cultura y las Artes in der Kategorie »Junge Dichter« augezeichnet. Er betreibt das Weblog dootri


http://www.satt.org/latin-log/79.html

domingo, junio 28

Ya circula Luces intermitentes. Nueve poetas recientes de Alemania


Monika Rinck, Tom Schulz, René Hamann,
Ron Winkler, Björn Kuhligk, Nikola Richter,
Uljana Wolf, Nora Bossong, Ann Cotten

Luces Intermitentes
Nueve poetas recientes de Alemania

Traducciones
Timo Berger, Silvana Franzetti, Nicolás Gelormini,
Ariel Magnus, Rery Maldonado, Cecilia Pavón y Susana Romano

Selección y prefacio
Timo Berger

Edición
Timo Berger
Carlos Vicente Castro



Señales de emergencia
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Los tiempos que corren –extraños, es verdad– suscitan nuevas maneras de entender la poesía, de releerla, nos plantean como lectores la capacidad de atender a otras formas inusitadas de las imágenes, del ritmo y en suma a una experiencia de las palabras que proviene de una nueva visión de mundo o, para decirlo con un término alemán, Weltanschauung.
Como cada nueva época, la actual ha irrumpido en la historia armada con un lenguaje emergente –o variados lenguajes originales, lo hemos aprendido asistiendo de manera siempre reiterada a los funerales de la modernidad.
El idioma alemán ha sido un eje importante en el transcurrir de la poesía occidental, y como al final de todo trayecto, si es que hay un final, la generación de poetas más reciente de Alemania se ha convertido en una punzante referencia para los receptores de poesía más allá de la página escrita.
Ya en el lecho de su agonía, Johann Wolfgang von Goethe, el gran pontífice de la poesía alemana, pedía a su nuera que abriera las cortinas para que entrara más luz a su habitación. Si trasladamos la anécdota al terreno de las alegorías, nos asombraría percibir cómo los poetas alemanes del siglo XXI han respondido –o correspondido– a la petición del romántico genial.
La presente antología tiene su origen en una muestra de cinco poetas de Alemania editada por Timo Berger en Argentina en 2006, sólo que, a diferencia de Devolver el fuego, abarca un espectro de visión más amplio tanto en la cantidad de los autores incluidos como en la de los poemas.
Nueve poetas coinciden al emitir desde la orilla del devenir cotidiano sus señales de emergencia: Monika Rinck, Tom Schulz, René Hamann, Ron Winkler, Björn Kuhligk, Nikola Richter, Uljana Wolf, Nora Bossong y Ann Cotten, en una edición preparada en primer lugar para lectores mexicanos.
Algunos de los seleccionados ya eran conocidos en su país en 2006 por su constante actividad cultural: hoy, en palabras de Timo Berger, la mayoría son actores fundamentales de la escena artística alemana.
Luces intermitentes pretende que el lector se atreva a conocer las nuevas voces de la poesía alemana con el celo de cualquier curioso que baja la velocidad para observar de cerca el accidente.
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Carlos Vicente Castro
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Acerca de la poesía alemana reciente
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La presente selección de poemas no pretende ofrecer una mirada abarcadora del panorama de la lírica alemana actual. Es una instantánea: el intento de abrir una ventanilla y trazar algunas líneas en un campo simbólico particular que, a su vez, evidencia ciertas grietas que atraviesan la cultura alemana de hoy. Debido a limitaciones de espacio, opté por presentar –ante la alternativa de incluir uno o dos poemas de una veintena de poetas– una muestra extensa de nueve vates destacados de los últimos años. Los seleccionados –que participan frecuentemente en recitales, figuran como colaboradores de revistas literarias o actúan como gestores culturales– aglutinan de algún modo las tendencias literarias actuales en Alemania.
Más allá de estas aclaraciones, se trata de una selección personal. No puedo ni quiero disimular gustos (o disgustos) a la hora de elegir los textos. En las elecciones está presente mi condición de partícipe menor de la escena de la poesía reciente berlinesa e inclusive mi mirada formada en el intercambio con la poesía latinoamericana. Así, leí los textos pensando en un posible lector latinoamericano y traté de evitar la inclusión de poemas demasiado localistas que respondieran específicamente al contexto alemán. Por otro lado, creo que los nueve poetas elegidos realmente merecen ser leídos en México y en el mundo hispanohablante en su totalidad.
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Timo Berger

viernes, junio 12

Publicidad cero

La crisis económica puso a la "industria" a caminar con un pie, y el del H1N1 ha terminado por hacer resbaladizo el piso. Los copys --como les llaman en Guanatos a esta mezcla de redactor publicitario y corrector--, que no generan riqueza (nunca me compré un auto nuevo), son los primeros en atorarse en la puerta abierta de par en par al huir con la estampida.
Recorte de personal, le llaman como si fuera una tarea escolar, o escolástica: las empresas más fuertes redujeron su presupuesto más del 50 por ciento y tomaron otras medidas preventivas o extremas, una especie de Popeye sin espinacas haciendo ejercicio de brazos entre las mandíbulas de un cocodrilo -la lengua como caminadora fija a alta velocidad. Como era de esperarse, editar la revista interna de la agencia era un lujo imposible de sostener, así que fui uno de los candidatos más fuertes para echar a volar.
Extraño ese estira y afloja que me significaba idear nuevas frases fáciles. Pero qué hacer, el microbús de la cotidianidad sigue en marcha pese a todo y más vale no quedarse atorados en un alto inesperado.
Al frilanceo, a escribir libros que otros firmarán (otra vez), a corregir libros de la tonta academia, a hacerla de espectro volátil para pagar la renta.
Punto final al dilema publicitario.

N 12 06 09

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jueves, abril 23

Mi vida se ha convertido en una historieta

No es que uno no crea en lo que hace. La publicidad ha ido gustándome poco a poquito, ha logrado que me interese en algunos efectos lingüísticos que más adelante podría aplicar a la escritura de poemas. Aquí se les llama creativos a los que no necesariamente aportan las ideas, más bien las modifican o de plano las calcan. Tiene su mérito estar informado... de lo que hizo otro. O sea que no siempre son tan creativos. Reactivo es un adjetivo que aunque no me entusiasma me gustaría más para el efecto. En realidad uno que otro u otra es más bien, según las variables, creadivo o creadiva, dependiendo de su autocomplacencia.
Hay en publicidad varios fenómenos dignos de estudio. Uno de ellos, por ejemplo, es que siempre se busca un efecto concreto en el espectador, un "beneficio único a comunicar".
Ser publicista es saber hacer negocios, hacerle creer al destinatario que elevará su status quo al volante de tal o tal coche, convencerlo de que debe tirar aquella lámpara vieja y sustituirla por una más moderna e insensible ... La publicidad es, ¿manipulación? No, no precisamente. Eso depende de los receptores, que ni son tontos ni tendrían por qué seguir las migajas que les prometen librarse del laberinto, lo que se les dice que hagan.
Ya ni se les sugiere qué deben comprar, se les muestra cómo el producto forma parte de sus historias de vida. En ese contar historias está el arte, o bien, contar historias da resultados hoy como antes, porque las historias nos recuerdan nuestra propia sucesión de hechos cotidianos y triviales y por eso irrepetibles, por lo que el mejor publicista ha de ser también un excelente narrador y por tanto un buen observador de la vida, del arte, de todo. Ser, en el caso mejor, como algunos dirían, un sibarita. Un viajero a la dimensión desconocida del otro. Todo mientras su propia vida no se convierta en historieta. (Aunque, pensándolo bien, no suena mal la idea.)

N 23 04 09

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viernes, marzo 13

Metrópolis, hoja de poesía (reseña)

Leer poemas no en libros ni en revistas, no en suplementos culturales ni en páginas de internet, sino en hojas, en meras hojas impresas, casi siempre gratuitas, muchas veces ni siquiera dobladas y en todo caso volantes, o sea libérrimas y ligeras, es tanto como exponerse al estado más profundo y auténtico de la poesía escrita, que no es antigua ni moderna, que no está de moda ni podría no estarlo. Me refiero a la pobreza, que va más allá de la simple austeridad y el rigor y que no es, desde luego, sinónimo de miseria. Y es que, si la poesía es “inmortal y pobre”, como ya dejó escrito Borges, las hojas de poemas vienen a confirmarlo de modo natural, burlando sin altanería los códigos del mercado y entregándose a su lector más allá de la caducidad y la obsolescencia de la prensa periódica y de prácticamente todos los libros de la historia, que viven para el presente y con él se desvanecen.
Metrópolis, hoja de poemas dirigida en Guadalajara por el poeta Carlos Vicente Castro, llegó a su número 8 este mes de febrero. Cuatro poetas mexicanos (de Tepic, Guadalajara, Querétaro y la capital del país) comparten los pliegues de la publicación con otros tantos poetas de Argentina, Panamá, Rumania y España, respectivamente. Pero el interés de Metrópolis radica en la variedad estilística y emocional de los poemas que agrupa, no en la nacionalidad o procedencia de sus colaboradores.
Podría temerse que, por ser la poesía un género tan minoritario y el espacio de una hoja tan restringido, Metrópolis diera cuenta nada más de los intereses de un grupo, con sus pasiones y aversiones, renunciando con ello a la diversidad literaria. No es así: de la uniformidad aparente del yo poético a la dislocación e interpenetración de los numerosos discursos del orbe, de la exploración a tientas de la memoria y la identidad a la reproducción del habla cotidiana, los pocos y breves poemas de cada número de Metrópolis acaban resultando incontables y extensos. Camaleónica en el diseño, que varía entrega por entrega, esta hoja es poca, muy poquita cosa, y en esa brevedad y escasez cultiva los grandes y abiertos espacios de la poesía original y de la traducción, de la poesía llamada “joven” y de la que ya no lo es tanto, de la gravedad y el juego.


Luis Vicente de Aguinaga

jueves, febrero 26

Los malos bailarines

Bailar es comprender en otro el ritmo del propio cuerpo. Eso se intuye. Lo malo del baile es que es contagioso, que nadie se salva de su insidia melódica, de su asedio. Y es que algunos todavía pensamos que el baile hace felices incluso a los seres arrítmicos, cacofónicos. Eso sí, no tendría chiste bailar sin gozo. Tal vez se baile mal porque se proscribe el ejercicio pleno de ese derecho, conjeturaría no sin dudas, pero mejor sería, en un sentido inverso, arriesgar una paradoja: que bailar mal, si bien gozosamente, no es tan malo. Es el gozo de la danza el que invoca la armonía.
Hay algo de misticismo en esto del baile, así lo hagamos con dos pies izquierdos. Considerarlo con humor quizá conlleve la salvación. Quizá aquella compañera que nos sacó a bailar con la esperanza de que nuestras tercas excusas eran solamente un recurso de la modestia, termine también tomándolo con humor. “Fulanito baila peor que tú” o “Solo te falta práctica” son dos expresiones que con optimismo podemos dilucidar como elogiosas hasta el instante en que nuestra alegre compañera se va a bailar con otro.
Y no aprendemos, no tenemos por qué, solo somos mosquitos admirados por el resplandor de ese otro cuerpo con el que deseamos zarandear el aire, con el que procuramos establecer un vínculo de ligereza. Pero los matices con los que nuestro cuerpo se desenvuelve terminan por traicionarnos, a los pésimos bailarines: hasta oímos rechinar cada una de nuestras pesadas articulaciones. Y ahí vamos, optimistas recalcitrantes, a intentar de nuevo vencer al dragón del ridículo. Desafinados alquimistas, embrollados en el ritornelo de un cíclico fracaso, buscamos una y otra vez convertir en baile nuestro escamoteado deslizar por la pista, para algunos símbolo de la vida.
Qué difícil es aceptar que está de más la teoría en la que nos desplazamos tan libre y fácilmente, con una agilidad que al cuerpo le parece estar vedada. Pienso, de cualquier manera, que para los necios cabe una pequeña esperanza. Para los desfasados de cualquier cosa que huela a ritmo, bailar es más difícil que ganarse la lotería. El cuerpo que vemos allá, aunque cerca, a la distancia, ocupando el espacio con soltura, con fruición gozosa y en sintonía con otro cuerpo, se nos presenta tal una mera utopía. ¿Dónde está nuestro cuerpo cuando se le necesita? Lo que en ese momento imita la danza es apenas un amasijo de huesos y nervios con voluntad autónoma, un sistema de órganos desfasados. King Kong y Godzilla en cruenta batalla semejan dos gráciles pajaritos al lado nuestro.
Hay quienes abominan del baile, echan sobre él la carga entera de sus maldiciones, resistiéndose a cualquier intento esperanzado: nunca son suficientes los certeros dardos de su ironía… hasta que caen en su propia trampa. ¿Saber bailar es saber sintonizarse? Con todo, los que sin conocer los vericuetos del baile nos atrevemos a dislocar el cuerpo, impelidos por un algo que nos llama con irresistible fuerza de atracción, solemos chocar contra el muro de otro cuerpo que, más temprano, más tarde, pretexta ir al baño o retirarse a la soledad de la barra a esperar otro cuerpo con el cual sintonizar.
Las pruebas empíricas parecen comprobar que, obcecados en apropiarnos del ritmo, lo exageramos, nos dejamos llevar sin delicadeza. Tan preocupados por poseerlo, ganarlo a fuerza de voluntad, terminamos contra él enfrentados, nos convertimos en acérrimos enemigos de esa armonía que tan maravillosamente discurre en los cuerpos armónicos y dúctiles.
La verdadera catástrofe en estos casos estriba en desear la armonía sin llegar a concretarla. Sea cual fuere nuestro stock de pasos en reserva, si el cuerpo no nos pertenece estamos perdidos, si no nos apropiamos de él, o, mejor, si el ritmo no lo posee. Qué va. Cuántas veces simplemente nos sonreímos y ahí vamos, oh reincidentes, a invitar a una nueva pareja al baile, a la aventura, haciendo caso omiso a las advertencias de naufragio. Quién sabe si, aunque nuestros movimientos carezcan de gracia, ganen al menos un poco de simpatía.

miércoles, febrero 18

Sísifo mira la TV

La luna es una piedra en el desierto: un escorpión aguarda debajo
mientras vemos a lo lejos el cometa.
Un cometa es una culebra coralillo. Una coralillo es un coral
en movimiento, le pregunto a Sísifo, que cargó una y otra vez su prisión
por un campo minado.
Pero Sísifo mira la TV y no contesta. Ve miles de piedras
arrastradas por miles de Sísifos: átomos
sin iniciativa propia, electricidad al vacío.
Estamos en los albores de una época de sayayines, dice por fin. El mundo
se arrisca las mangas para alistarse a pelear
contra sus propios demonios. ¿Qué demonio salta por su cuenta
de un cuarto piso?
A los demonios también les da vértigo. El tiovivo les causa mareos,
les retrasa la regla. Aunque no tienen reglas: su primera
regla. Defina demonio: un basurero que sufre de vértigos y se pierde
como un punto en la solidaria oscuridad, un ovni, un carrusel en la
mente. No, no hay nada alrededor, hay un vacío como el que existe
de estrella a estrella.