Mi mesa está servida pero los invitados se han retrasado.
¿Olvidaron mi invitación, perdieron la dirección mientras venían? ¿Qué mal pudo ocurrirles?
Espero desde hace horas, “con la oreja pegada a la puerta”. Tampoco sé cuántos serán, si usarán ropa de invierno o de verano, en qué lengua me saludarán al entrar.
Mi mesa está servida. Esperaré el tiempo que haga y el que no haga falta. Y si fuera víctima de una ilusión, insistiría. Inventaría amistades extrañas, de caras francas y fáciles de leer como libros para niños, con voces de acentos deliciosos y bocas pequeñas que compartirían hasta un grano de cuscús.
Mi mesa está servida. La preparé con todos mis conocimientos, con amor. La música me ayuda a soportar la espera. Conmueve mis guisados, hace brillar mis aceitunas, libera los perfumes de mis especias.
Por fin, oigo ruido de pisadas. Me levanto para abrir. Pero la puerta vuela en pedazos. ¿Están allí mis invitados? Irrumpen unos hombres sin rostro, arma en mano. No me tienen consideraciones.
Le disparan a la mesa hasta reducirla a polvo y se retiran sin decir palabra. La música termina.
Después de todo, no me queda más que recoger y preparar una nueva comida.
Publicado en Crítica:
http://revistacritica.com/contenidos-impresos/poemas/cuatro-poemas-de-abdellatif-laabi
(traducción mía)
lunes, septiembre 15
¿Para qué las antologías?
En México corremos el riesgo de que las antologías poéticas sean, aun de rebote, otros tantos instrumentos
de terrorismo cultural. Saltan a primera vista las exclusiones y los excesos,
el egocentrismo y el autorreconocimiento. Hay una gran tradición que asimilar y es natural que surjan
preferencias en tal o cual sentido cuando integramos esas bibliotecas
personales que compartimos a un público esperemos amplio. Es esta noción de la poesía
y de su publicación y reunión para el goce la que interesa, la razón de
que, en el intento de esquivar pretensiones, algunas antologías asuman su rol
con desenfado y se reconozcan a sí mismas reflejadas en un espejo quebrado o
incompleto. De ahí que, aun cuando sean dispositivos de lectura gregarios y de exclusión, pongan en la perspectiva de quienes
se aventuran a leerlas su esencia temporal, limitada, tal vez instantánea, mediante
la autocrítica y la honestidad intelectual. Se
agradece contar con poemas cuya lectura de otro modo estaría
fuera de nuestro alcance. Poemas que de sí ya desbordan cualquier sentido de elección: aquellos que más bien seleccionan a su lector, su escucha o
espectador. Después de
todo, la poesía es por mucho una actitud reactiva del lenguaje. Y claramente ignora dictaduras.
sábado, septiembre 13
Saint-Pol-Roux
letanías del verbo
que la luz sea
Palabras surgidas de la boca del Verbo / la primera
Palabras que datan del principio del mundo
Palabras que van detrás, luego del grito divino
Palabras transformadas en el curso del ser humano
Palabras de los campos, bosques, de fenómenos y elementos… Palabras del niño a la leche de su madre
Palabras del gallo erguido al corazón de la Aurora (de Levante),
Palabras de los campanarios que nos dan la hora,
Palabras de los picos sobre las ramas
Palabras de los castillos y de las chozas
Palabras de la virgen a su amor
Palabras de la Abuela a su rueca
Palabras de los cadáveres entre las tablas
Palabras de las ovejas tendidas sobre la hierba
Palabras de los granos de oro en la mano del sembrador
Palabras de la vid a los émbolos de la prensa
Palabras del remo en el casco
Palabras de la brisa y de la lluvia
Palabras de la sonrisa, palabras de las lágrimas
Palabras de sufrimiento, palabras de esperanza
Palabras del minero a su carbón / filón
Palabras del marinero al alma de su vela
Palabras del campesino a su arado
Palabras del sol y de la noche
Palabras del poeta a su estrella
Palabras suspendidas del racimo de estrofas,
Palabras espigadas sobre los surcos
Palabras de escritos que son libros
Palabras de viejos pergaminos que fueron borregos
Palabras que jamás se querría haber dicho,
Palabras que querría decir siempre,
Palabras que no han nacido todavía,
Palabras que todavía no han fallecido,
Palabras pecados, palabras virtudes,
Palabras que son venenos, perfumes, colores, estribillos, estatuas
Palabras-cárceles, capillas, catedrales
Palabras que gritan, palabras que matan,
Palabras de odas, himnos, tragedias,
Palabras de los profetas a la muchedumbre,
Palabras de evangelio y de anatema,
Palabras del Sepulcro y de la obra maestra,
Palabras de los esclavos a su piedra de afilar,
Palabras del hacha sobre / en los árboles,
Palabras sobre la cruz, palabras bajo la rueda,
Palabras que fuerzan los barrotes en un grito de libertad,
Palabras de los pueblos a ambos lados de la frontera,
Palabras de los héroes en la batalla,
Palabras de los que claman (gritando en el desierto las glorias y las catástrofes)
Palabras de oro clavadas en los frontispicios de la Historia
Palabras aparecidas sobre la muralla,
Palabras de las zarzas ardientes en las montañas húmedas
Palabras de las Ideas que mecen los nubarrones,
Palabras del trueno sombrío a la lengua del relámpago
Palabras estridentes y fauces en la selva,
Palabras de los ejércitos de metal que se rompen entre sí como objetos,
Palabras en pedazos sobre las columnas milenarias,
Palabras de las fuerzas del Tiempo a caballo sobre el Viento,
Palabras de los volcanes que escupen al Azur,
Palabras de los Antepasados, de lejos resucitadas en las entrañas de la Tierra;
Palabras de los Dioses desconocidos amaestrados por el Dios conocido,
Palabras de las estaciones, los diluvios, los apocalipsis, los supremos Juicios.
(traducción mía)
que la luz sea
Palabras surgidas de la boca del Verbo / la primera
Palabras que datan del principio del mundo
Palabras que van detrás, luego del grito divino
Palabras transformadas en el curso del ser humano
Palabras de los campos, bosques, de fenómenos y elementos… Palabras del niño a la leche de su madre
Palabras del gallo erguido al corazón de la Aurora (de Levante),
Palabras de los campanarios que nos dan la hora,
Palabras de los picos sobre las ramas
Palabras de los castillos y de las chozas
Palabras de la virgen a su amor
Palabras de la Abuela a su rueca
Palabras de los cadáveres entre las tablas
Palabras de las ovejas tendidas sobre la hierba
Palabras de los granos de oro en la mano del sembrador
Palabras de la vid a los émbolos de la prensa
Palabras del remo en el casco
Palabras de la brisa y de la lluvia
Palabras de la sonrisa, palabras de las lágrimas
Palabras de sufrimiento, palabras de esperanza
Palabras del minero a su carbón / filón
Palabras del marinero al alma de su vela
Palabras del campesino a su arado
Palabras del sol y de la noche
Palabras del poeta a su estrella
Palabras suspendidas del racimo de estrofas,
Palabras espigadas sobre los surcos
Palabras de escritos que son libros
Palabras de viejos pergaminos que fueron borregos
Palabras que jamás se querría haber dicho,
Palabras que querría decir siempre,
Palabras que no han nacido todavía,
Palabras que todavía no han fallecido,
Palabras pecados, palabras virtudes,
Palabras que son venenos, perfumes, colores, estribillos, estatuas
Palabras-cárceles, capillas, catedrales
Palabras que gritan, palabras que matan,
Palabras de odas, himnos, tragedias,
Palabras de los profetas a la muchedumbre,
Palabras de evangelio y de anatema,
Palabras del Sepulcro y de la obra maestra,
Palabras de los esclavos a su piedra de afilar,
Palabras del hacha sobre / en los árboles,
Palabras sobre la cruz, palabras bajo la rueda,
Palabras que fuerzan los barrotes en un grito de libertad,
Palabras de los pueblos a ambos lados de la frontera,
Palabras de los héroes en la batalla,
Palabras de los que claman (gritando en el desierto las glorias y las catástrofes)
Palabras de oro clavadas en los frontispicios de la Historia
Palabras aparecidas sobre la muralla,
Palabras de las zarzas ardientes en las montañas húmedas
Palabras de las Ideas que mecen los nubarrones,
Palabras del trueno sombrío a la lengua del relámpago
Palabras estridentes y fauces en la selva,
Palabras de los ejércitos de metal que se rompen entre sí como objetos,
Palabras en pedazos sobre las columnas milenarias,
Palabras de las fuerzas del Tiempo a caballo sobre el Viento,
Palabras de los volcanes que escupen al Azur,
Palabras de los Antepasados, de lejos resucitadas en las entrañas de la Tierra;
Palabras de los Dioses desconocidos amaestrados por el Dios conocido,
Palabras de las estaciones, los diluvios, los apocalipsis, los supremos Juicios.
(traducción mía)
Liga
Una liga me contrae la garganta, no alcanzo a verla,
la cierra como a una bolsa de plástico.
De a poco deja pasar estas palabras-pensamientos,
es un círculo
del que no llego a ser eje: excéntrico despojo de letrinas,
comida muerta, paraíso de larvas.
Afuera, en los jardines que el tiempo no oprime con el puño,
mueren árboles de zinc partidos por el rayo: ¿es el dios,
el que conocemos como dios en cada átomo,
una luz que aparece cuando nadie espera
un Sísifo que nos levanta de la tronera para dejarnos caer después
por la cuesta de la noche?
Mi garganta es un nudo que no logro romper, lo separo con las manos,
no hay conquista detrás y sólo me detiene
el reflejo de la asfixia: vacío más vacío: un
cuerpo
jueves, septiembre 11
El maquinista
Mi madre está amordazada
en la habitación vacía de su mente.
Si alza la voz para detener al tren
que viene a embestirme,
amarrado como estoy con palabras de hierro,
mi padre, el maquinista, no sólo me aplastará, cercenará
hasta la lengua mis huesos, triturará mis dedos de algodón
en un molino como el que mi abuela usaba.
Yo he tirado torpemente un vaso sobre la mesa de las visitas
y antes de que la máquina se estrelle contra mi boca
que no puede hablar leche ni agua, azúcar
sobre el mantel, ni ser una boa,
alzo mi brazo con el instinto de las golondrinas
que abandonan a sus crías cuando se acerca un extraño.
Ojalá una palanca detuviera el alud
que veloz viene a segarme,
el toro que con cuernos de metal atraviesa la puerta
tras la que me escondo –el rincón de los libros–
y no sentir que me aplasta
ese tótem de arena, escupitajo de mierda,
en la habitación vacía de su mente.
Si alza la voz para detener al tren
que viene a embestirme,
amarrado como estoy con palabras de hierro,
mi padre, el maquinista, no sólo me aplastará, cercenará
hasta la lengua mis huesos, triturará mis dedos de algodón
en un molino como el que mi abuela usaba.
Yo he tirado torpemente un vaso sobre la mesa de las visitas
y antes de que la máquina se estrelle contra mi boca
que no puede hablar leche ni agua, azúcar
sobre el mantel, ni ser una boa,
alzo mi brazo con el instinto de las golondrinas
que abandonan a sus crías cuando se acerca un extraño.
Ojalá una palanca detuviera el alud
que veloz viene a segarme,
el toro que con cuernos de metal atraviesa la puerta
tras la que me escondo –el rincón de los libros–
y no sentir que me aplasta
ese tótem de arena, escupitajo de mierda,
hasta que salen chispas de mis costillas.