Es difícil juzgar a la propia generación. En el proceso podemos quedar atascados. Quizá tan sólo logre uno verse en el espejo empañado. Más prudente es mirar de lejos y sin niebla. Nos falta autocrítica. Nos sobran antologías.
N 30 05 08
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viernes, mayo 30
martes, mayo 27
De públicos y ansiedad
Decir publicidad es referirse al público, a una masa de espectadores.
Sí, la publicidad conlleva el arte de comunicar, claro (por decirlo así). Comunica efectivamente un mensaje que beneficie a su cliente, omitiendo aquella información dañina y exagerando o inventando los beneficios. Señala a sus receptores múltiples y contradictorias rutas de felicidad. Más que claro, por supuesto, el propósito suena turbio.
Como las religiones, la publicidad no sería nada sin la perspectiva de la muerte. Pero, a diferencia de ellas, no la menciona, la evade, la esconde, aunque está siempre presente: hay que disfrutar, reafirmar una personalidad efectiva, experimentar el paraíso antes de que todo acabe (o prevenir el después: "para estar tranquilos")... Qué tanto puede costar una parcela de autoestima.
Hay que intensificar la vida combatiendo esa desagradable para ud. y tan cara al publicista ansiedad -a esa sed suya de ignora qué cosa (nosotros le decimos cuál).
Dinero de por medio, vida resuelta.
N 27 05 08
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Sí, la publicidad conlleva el arte de comunicar, claro (por decirlo así). Comunica efectivamente un mensaje que beneficie a su cliente, omitiendo aquella información dañina y exagerando o inventando los beneficios. Señala a sus receptores múltiples y contradictorias rutas de felicidad. Más que claro, por supuesto, el propósito suena turbio.
Como las religiones, la publicidad no sería nada sin la perspectiva de la muerte. Pero, a diferencia de ellas, no la menciona, la evade, la esconde, aunque está siempre presente: hay que disfrutar, reafirmar una personalidad efectiva, experimentar el paraíso antes de que todo acabe (o prevenir el después: "para estar tranquilos")... Qué tanto puede costar una parcela de autoestima.
Hay que intensificar la vida combatiendo esa desagradable para ud. y tan cara al publicista ansiedad -a esa sed suya de ignora qué cosa (nosotros le decimos cuál).
Dinero de por medio, vida resuelta.
N 27 05 08
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Sobre los pedantes
La pedantería tiene raíz en una cualidad respiratoria. Al pedante le falta aire y se le cierra la garganta, por lo que engola su voz. Una situación muy lógica si tomamos en cuenta que en esos momentos "se da sus aires" de ser poseedor de cierta cultura, gusto o apreciación. Se da unos aires que le faltan, de ahí que se le asocie, para ridiculizarlo, con aquellos sonoros vientos que más bien se relacionan con los desechos físicos. El pedante cae mal; es indigesto. No respira con fluidez. Lo escuchamos desfasado, muy sobre ese tono que la naturalidad confiere. Su artificialidad, con todo, no pretende ofender, sino tan solo posicionarlo en un grupo social o comunidad en que para ser aceptado hace exactamente aquello que le aleja de ella: asumir un papel que no le corresponde, el de una enciclopedia portátil, errática, como un anticuado y rígido maestro con una vara para atosigar a los otros, ignorantes, que ojalá se den cuenta de que hay quien les puede sacar de su pobre estado no de ignorancia, sí de falta de aprecio del genio natural. ¿Por qué no me aceptan si a cada rato compruebo que estoy hecho para todos los temas y mis oportunas intervenciones no desaprovechan la mínima oportunidad de hacerlos mejores de lo que son? Se encuentran, nada menos, ante alguien que supone que saber demasiado –un acto tan poco oportuno como una ventosidad– le dará un lugar especial entre aquellos cuya amabilidad desea y, más allá, o más acá, sinceramente su amistad o, ya que no la posee, su admiración. Gomoso, pedorro, engreído, sabihondo y, en fin, execrable y digno de rechazo: ese es el pedante, quien después de todo apenas si anhela una migaja de la alegría destilada por un puñado de personas que se llevan bien entre sí pero evaden con desprecio a aquel que en vez de actuar (respirar) con vitalidad tan solo emite al hablar esos mórbidos sonidos que harán huir al más hipócritamente bondadoso.
viernes, mayo 23
Nota-apéndice: escribir poesía
Tal parece que se escribe poesía no solamente para decir algo, sino para decir algo que nos diga. Que diga lo que somos, quiénes somos: o lo que no seremos. ¿El poeta sabe lo que dice? Ni siquiera tiene control sobre lo que hará las próximas 23 horas, ¿o eran catorce? Sabe que dice, que algo dice, y lo desdice. Con toda su atención, se deja llevar.
N 23 05 08
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N 23 05 08
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jueves, mayo 22
Tiempo nuevo
A veces quisiera que el tiempo no hubiera transcurrido o que se hubiera detenido en un determinado periodo, un apenas segundo en que una sonrisa, una mirada tranquila, un deambular entre las calles con desenfado era habitual. ¿Qué ofrece este nuevo tiempo que finalmente hace voltear hacia atrás y extrañar incluso la nostalgia? ¿Es un tiempo sin futuro? ¿Es tiempo? He llegado a pensar que lo único real es el cuerpo... ¿tiempo? Los poros, cabellos, los dedos de los pies o cada rasgo aislado de la cara dicen aquello que la percepción ante la vida diaria y continua no termina de descubrir. Sí, de quitarle lo que la cubre. Hace tiempo creí haber sido tiempo y me pregunto ahora si ese tiempo es capaz de mirarse a sí mismo.
miércoles, mayo 7
Metrópolis cero
Lo prometido: el primer número ya se distribuye.
Por ahora sólo está en Guadalajara, pero a partir de la siguiente semana podrán conseguirla en el DF con Alejandro Tarrab y en Guanajuato con Lalo Padilla. En Santiago de Chile la estará rolando Sergio Ríos dentro de unos dos o tres días.
Colaboran, en poesía, Ángel Ortuño, Claudio Daniel (traducción de Sergio Ríos), León Plascencia Ñol, Rocío Cerón, Timo Berger, Óscar de Pablo y Alejandro Tarrab, con dibujos a pluma de Eloy Barragán y diseño de Uriel Martínez.
Yo la edito, y conforman el consejo: Ángel Ortuño, Eduardo Padilla, Sergio Ernesto Ríos y Alejandro Tarrab. Para nuestro número uno, que saldrá en junio, se integra el buen alemán, y a estas alturas ya sudamericano honorífico, Timo Berger.
Somos independientes, aunque contamos con el auspicio de la Universidad de Guadalajara.
Les invito a conseguirla o a echarle un vistazo en
www.revista-metropolis.com
martes, mayo 6
Más sobre publicidad y arte
Mi reflexión sobre la publicidad y el arte quizá resulte muy abstracta para muchos que la hayan leído, pero es para mí una práctica a la que me enfrento a diario en la agencia. Hay convergencias, sin duda, entre esto de tararear poemitas y el hacerle a la publicidad. Pero en cuanto lo pienso, vienen a mi cabeza las grandes divergencias. Cuando se hace un poema, por ejemplo, nunca se sabe en qué acabará. En cambio, en publicidad ha de saberse siempre hacia dónde se dirige uno. De otra manera estaría destinada al fracaso. Es decir, la publicidad busca el éxito; la poesía destruye, entre otras cosas, esa imagen estúpida del éxito. La poesía se desenvuelve en un espacio contra lo fraudulento, arma un entramado verosímil de una realidad que comienza y termina en el poema.
Por cierto, extraordinarios jingles forman parte ya de nuestra común imaginería, como aquel que creara Fernando González Oviedo en el espacio de la W Radio, "Mejor, mejora Mejoral", o esos versos macabros que irrumpieron en la televisión de los sesenta anunciando puré de tomate: "Estaban los tomatitos / muy contentitos / cuando llegó el verdugo / a hacerlos jugo. // 'Qué me importa la muerte', / dicen a coro, / 'si muero con decoro / en los productos Del Fuerte'”. Al menos esa fue la primera versión, antes de que la gente cayera en la cuenta de que se trataba de algo más que de una agradable tonadita con dibujos animados. La versión de los setenta se encargaría de medio corregir el exabrupto. Claro, esta versión es más poética: traiciona perfectamente a su finalidad publicitaria y no me parecería extraño que entonces funcionara.
No ocurre lo mismo con otros oficios. Corrector que he sido, puedo decir que la convivencia como hacedor de versos y maquillador (en el mejor de los casos) de textos ajenos es sencilla: la corrección es un oficio de escritura, un asunto de higiene del lenguaje; a la poesía esa noción de limpieza escritural a la RAE le es extraña si no va con sus intenciones, o incluso puede partir de ella para sus propios fines. Entre esos escritores que gustan o gustaron de zambullirse en las reglas y a la vez se movieron o mueven como peces en el agua de la poesía, están, digamos, Arreola, Monterroso, o aquel "maxmordón" (como él diría) Gerardo Deniz, ese poeta, como muchos de los mejores, incomprensible.
Para el periodista (que lo fui y sigo siendo, de alguna forma), la visión de la misma realidad se agota en referencias informativas... Puaf: en definitiva, la experiencia poética es su antítesis. Me agradan los poemas-simulacro, máscara, fiesta de disfraces: son más verdaderos o... verosímiles. Y lo mejor: son capaces de ponerle un puntapié incluso a la verosimilitud. El periodismo, finalmente, es un oficio que unos y otros hacen con más o menos arte.
Y la publicidad... ah, esa engañosa prostituta... también entraña sus placeres. Díganlo si no.
N 06 05 08
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Por cierto, extraordinarios jingles forman parte ya de nuestra común imaginería, como aquel que creara Fernando González Oviedo en el espacio de la W Radio, "Mejor, mejora Mejoral", o esos versos macabros que irrumpieron en la televisión de los sesenta anunciando puré de tomate: "Estaban los tomatitos / muy contentitos / cuando llegó el verdugo / a hacerlos jugo. // 'Qué me importa la muerte', / dicen a coro, / 'si muero con decoro / en los productos Del Fuerte'”. Al menos esa fue la primera versión, antes de que la gente cayera en la cuenta de que se trataba de algo más que de una agradable tonadita con dibujos animados. La versión de los setenta se encargaría de medio corregir el exabrupto. Claro, esta versión es más poética: traiciona perfectamente a su finalidad publicitaria y no me parecería extraño que entonces funcionara.
No ocurre lo mismo con otros oficios. Corrector que he sido, puedo decir que la convivencia como hacedor de versos y maquillador (en el mejor de los casos) de textos ajenos es sencilla: la corrección es un oficio de escritura, un asunto de higiene del lenguaje; a la poesía esa noción de limpieza escritural a la RAE le es extraña si no va con sus intenciones, o incluso puede partir de ella para sus propios fines. Entre esos escritores que gustan o gustaron de zambullirse en las reglas y a la vez se movieron o mueven como peces en el agua de la poesía, están, digamos, Arreola, Monterroso, o aquel "maxmordón" (como él diría) Gerardo Deniz, ese poeta, como muchos de los mejores, incomprensible.
Para el periodista (que lo fui y sigo siendo, de alguna forma), la visión de la misma realidad se agota en referencias informativas... Puaf: en definitiva, la experiencia poética es su antítesis. Me agradan los poemas-simulacro, máscara, fiesta de disfraces: son más verdaderos o... verosímiles. Y lo mejor: son capaces de ponerle un puntapié incluso a la verosimilitud. El periodismo, finalmente, es un oficio que unos y otros hacen con más o menos arte.
Y la publicidad... ah, esa engañosa prostituta... también entraña sus placeres. Díganlo si no.
N 06 05 08
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viernes, mayo 2
Arte y publicidad
Extraña relación la de publicidad y arte, si es que esa relación no entraña una guerra más o menos encubierta. El fenómeno de la comunicación es lo que el arte parece compartir con la publicidad, pero en cuanto empiezan a surgir las particularidades, esas que hacen al arte, la publicidad sale huyendo: las particularidades le importan en la medida que no son individuales.
La publicidad es el lugar común para lo colectivo, está al servicio de lo que la mayoría quiere ver y escuchar; después de todo se persigue al público. El arte puede o no ir en busca de público; en todo caso, desintegra a ese público en individualidades. Más bien suele hacerse el perdidizo. En cambio, la publicidad piensa en grande y facilita a un grado primario el canal comunicativo; el arte es minucioso al imaginar. La imaginación es sustancia del arte; para la publicidad, un instrumento.
¿Hay arte en la publicidad? ¿Vale la pena hacer público el arte? Las dos cosas. En la publicidad a veces hay arte y es raro que llegue a serlo... es un método colectivo que busca una respuesta colectiva, concreta únicamente en cuanto a que su finalidad es vender un producto. El arte, que se hace público (se expone, se publica, se representa o interpreta), toca al individuo, lo descoloca, no lo disuade: tiene sentido.
N 02 05 08
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La publicidad es el lugar común para lo colectivo, está al servicio de lo que la mayoría quiere ver y escuchar; después de todo se persigue al público. El arte puede o no ir en busca de público; en todo caso, desintegra a ese público en individualidades. Más bien suele hacerse el perdidizo. En cambio, la publicidad piensa en grande y facilita a un grado primario el canal comunicativo; el arte es minucioso al imaginar. La imaginación es sustancia del arte; para la publicidad, un instrumento.
¿Hay arte en la publicidad? ¿Vale la pena hacer público el arte? Las dos cosas. En la publicidad a veces hay arte y es raro que llegue a serlo... es un método colectivo que busca una respuesta colectiva, concreta únicamente en cuanto a que su finalidad es vender un producto. El arte, que se hace público (se expone, se publica, se representa o interpreta), toca al individuo, lo descoloca, no lo disuade: tiene sentido.
N 02 05 08
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