viernes, julio 5

Libros

Son de los mejores acompañantes que podamos tener. Callan cuando así lo deseamos, nos hablan si queremos escucharles; pequeños interlocutores –ojalá una gran mayoría– que caben en la mochila, en el bolsillo o simplemente en la mano, carecen de empacho para estar con nosotros en el íntimo espacio del baño, en la accidentada ruta del camión que nos lleva al trabajo o a la escuela, en las bancas de los parques, mientras esperamos a que llegue nuestra cita, en el café, en la calle, donde sea.
Y lo principal es que poseen un habla propia que ha trascendido la de su autor, que se ha salido de su control y ahora se nos presenta desnuda, sin más cuerpo que sus palabras. Les prestamos nuestra voz, oído, tacto, cada recuerdo, cada imagen que del mundo nos ha impresionado, a la vez que nos dejamos impresionar por su asombro.
Nada iguala a cargar siempre con una conversación a la mano para dejarnos invadir por ella en el momento más inesperado.