viernes, diciembre 15
De la música el silencio
El silencio es un camino inescrutable, poco o nada sabemos qué nos depara detrás de él, a dónde, entre la oscuridad, nos llevará. Y sin embargo allá vamos, siempre, ineludiblemente, hacia ese estado de la conciencia que nos borra la personalidad, los deseos, las imágenes y hasta esa línea del destino que pretendemos controlar. Cierto que el silencio es espejo: un espejo que es puerta y abrimos hacia el interior, hacia nuestra personal profundidad. En algún momento nos hallamos en esa encrucijada. Las palabras están de más, y la mirada se adentra en quién sabe qué recónditos pensares o sentires, en procura de la nada más absoluta. El decir y el hacer que nos hacen, que somos cada día, se transforman, se transparentan, muestran que un ciclo en la vida ha terminado. Se ha hecho mucho o poco, no se sabe, resta callar, ensimismarse: procurarnos otra piel y otros ojos con qué mirar lo que el mundo ofrece, el mundo que somos. El silencio es transparente como el agua tranquila. Hay incertidumbre, sí, pero no ahí, en ese lugar al margen, en esa mirada. La música del silencio no tarda en dejarse oír para quien tiende sus sentidos enteros a la percepción. Un silencio que no es inmovilidad, pasividad, incapacidad, sino que es eje y es móvil. Sólo escuchar de la música el silencio.